Es una pena, una desgracia. No solo es malo que «sobren dentistas» sino que empresarios NO DENTISTAS, monten sus EMPRESAS DENTALES sin vocación ninguna con la única pretensión de cumplir sus objetivos de ventas. Para ello vale todo: explotar a los trabajadores (dentistas y auxiliares), engañar a los pacientes, enmascarar diagnósticos, calidades de materiales y laboratorios pésimas, publicidad engañosa, hasta cerrar y desaparecer con los beneficios de las financiaciones dejando a los pacientes sin tratamiento.
Suma y sigue…
Una profesión muy digna que nos han ensuciado y que siguen «pervirtiendo».