¿Eres de los que se come la naranja a mordiscos? Tal vez deberías tomártela en zumo o cambiarla por manzana. Atento a nuestros siguientes consejos prácticos…
Estos son algunos de los alimentos que te recomendamos evitar o moderar:
Golosinas y dulces: la sacarosa o azúcar común es el causante de que las bacterias produzcan ácidos que “disuelven” la materia de nuestro diente. Es el alimento más cariogénico de todos.
También, tenéis que tener en cuenta que la mayoría de las chucherías, tienen textura pegajosa y además se consumen de forma aislada o al final de una comida (como los postres) con lo que esto hace que el riesgo de caries aumente exponencialmente.
Consumimos muchísimo más azúcar del que necesitamos, se puede reducir la cantidad. Si queréis daros un capricho, os recomendamos cepillaros los dientes nada más comerlo, beber agua y tomar chicles o caramelos con xilitol para evitar la proliferación de las bacterias.
Snacks (aperitivos) basados en almidón: son alimentos que normalmente no asociáis con la caries, que se consumen entre horas (bolsa de patatas fritas) y que, aunque su sabor sea más bien salado, es muy frecuente que contengan sacarosa.
Además, algunos de ellos suelen ser bastante duros, con lo que pueden provocaros fracturas dentales, heridas en el paladar como por ejemplo las palomitas, las cortezas, los kikos. ¿A que os ha pasado alguna vez?
Refrescos o zumos industriales: el contenido principal de estas bebidas ya sabréis cual es. El azúcar de nuevo. Las bebidas gaseosas además tienen también diversos ácidos muy agresivos (carbónico, cítrico, fosfórico…) capaces de disolver progresivamente el esmalte dental.
Incluso, como las tomamos mientras estamos haciendo ejercicio (boca seca, respiración oral, tiempo prolongado en contacto con los dientes) aumentará el riesgo de caries y erosión dental.
Cítricos: su ácido puede desmineralizar los tejidos del diente. Es responsable de la erosión del diente por lo que se exponen los túbulos dentinarios (poros que se extienden dentro del diente hacia el nervio) dando por tanto sensibilidad dental.
Si os gusta el zumo de naranja o los cítricos, mejor tomarlos en zumo y con pajita y esperar al menos media hora antes de cepillarlos (por la erosión) o contrarrestar su acidez con un lácteo o agua después de consumirlos.
Fruta deshidratada: ejemplos tan ricos como los orejones, las pasas o las ciruelas en su proceso de desecación aumentan de forma natural su acidez, manteniendo su fructosa (azúcar). Si a esto le añadimos su textura pegajosa, hace que sean también bastante cariogénicos.
Además, la industria les añade azúcar para mejorar su sabor y color lo que les hace aún más enemigos de los dientes si después no nos cuidamos.
Vinagre: el vinagre contiene ácido acético, que provocará el deterioro del esmalte dental. Hay algunos vinagres más dulces que enmascaran este ácido, pero lo contienen igualmente y además tienen azúcares.
Vino: los “taninos” que contiene el vino, son responsables de manchas y tinciones de los dientes. En el vino blanco en cambio están presentes los ácidos.
Alcohol: su efecto no es directo sobre los dientes, pero deshidrata la boca y reduce la capacidad defensiva de la saliva y además suele ir asociado a refrescos azucarados.
En cambio, existen alimentos que nos ayudan a cuidar nuestros dientes como, por ejemplo:
Leche y yogures: todos los productos lácteos son una importante fuente de calcio, elemento indispensable para la reparación del esmalte dental. También contienen fosfatos y vitamina D, lo que aumenta su beneficio sobre dientes y huesos. Eso sí, lo ideal es tomarlos sin azúcar.
Son sustancias básicas, es decir, contrarrestan el efecto de los ácidos en la boca y ayudan frente a la caries y la erosión dental. Es decir, productos derivados exclusivamente de leche animal, no las bebidas vegetales que sirven como sustitutos, como la leche de soja, de avena o almendra.
El queso: es el rey de los lácteos en cuanto a su papel protector de los dientes. Esto se debe a su alto contenido en caseína, una fosfoproteína con capacidad remineralizante, empleada incluso como principio activo frente a la caries en determinadas pastas y geles de recomendación profesional.
Chicles y caramelos sin azúcar y con xilitol: La presencia de cualquier cuerpo en la boca provoca un aumento de la salivación, algo muy beneficioso para lubricar y proteger tanto los dientes, las encías y mucosa ¿Y qué hay mejor para esto? Pues un caramelo o un chicle.
Por supuesto, no debe contener azúcar y sí xilitol. Este edulcorante natural, extraído de la madera del abedul, tiene importantes efectos anticariogénicos y bacteriostáticos, reduciendo las bacterias orales más relacionadas con la caries y disminuyendo la formación de placa bacteriana.
También ayuda a estimular la salivación porque si no estamos bien hidratados, nuestro organismo ahorrará agua y generará menos saliva. Una persona con la boca seca tiene mayor riesgo de presentar caries, enfermedades de las encías o infecciones orales… No nos olvidemos, por tanto, del agua, pero sin gas ni azúcares. Entre 1,5 y 2 litros al día es la recomendación general.
Frutos secos y semillas: Ricos en vitaminas y minerales, entre los que destacan el calcio (almendras, avellanas, pistachos) y el magnesio (semillas de girasol, sésamo, piñones). Cuanto menos procesados estén, mejor.
Verduras de hoja verde: Espinacas, acelgas, brócoli o alcachofas no pueden faltar en esta lista porque constituyen una importante fuente de calcio y, en especial, de fibra. Por ello, también requieren una masticación más prolongada que aumente la formación de saliva y su capacidad de aclaramiento. Lo ideal es que estén lo menos cocinadas posible. Si no nos gustan, las legumbres pueden ser unas buenas sustitutas.
Frutas y verduras crudas: El dicho “una manzana al día mantiene alejado al dentista” no es ningún mito. Comer fruta o verdura de textura consistente tiene un “efecto barrido” sobre la placa bacteriana, lo que limpia los dientes y contribuye a que las encías no se inflamen. Manzana, pera, zanahoria o apio son algunos ejemplos.
Té: No solo porque nos hidrata, sino que también aporta flúor -que refuerza la estructura del esmalte- y polifenoles, con acción antibacteriana. El té verde es el más recomendable, pero también el negro o kukicha, muy rico en calcio. La única pega es que, debido a sus antioxidantes, mancha con facilidad los dientes. Pero con una correcta higiene bucodental diaria y limpiezas profesionales periódicas podremos disfrutar de él con tranquilidad absoluta.
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